El origen de los primeros pobladores de Fuerteventura sigue siendo bastante desconocido, al igual que el de las Canarias en general. Son muchas y muy variadas las hipótesis existentes al respecto. No obstante, el descubrimiento de inscripciones líbicos-bereberes ha planteado la necesidad de buscar el origen del poblamiento de las islas en el nordeste de Africa. Las últimas investigaciones apuntan a que de esta área proceden grupos bereberes que constituyeron la primitiva población de Fuerteventura -los antiguos majos- de los que se conservan aún algunos vestigios culturales, como las palabras Tofio, Baifo, Tesjuate y algunos modos de cultivar la tierra y apacentar el ganado.
La isla fue conquistada y colonizada por Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle en los primeros años del siglo XV. Los conquistadores, al llegar a Fuerteventura, se imponen a los reinos existentes en ella: Maxorata y Jandía, cuyos reyes Guize y Ayose adoptaron los nombres de Luis y Alfonso, respectivamente. Se asentaron en el actual Valle de Betancuria, donde construyeron el convento franciscano que llevó a cabo la evangelización de la isla. Desde el siglo XV al XIX, Fuerteventura fue un señorío dependiente del Rey de Castilla, hasta que en el siglo XIX pasó a integrar la provincia española de Canarias.
El sistema productivo tradicional basado fundamentalmente en la agricultura y la ganadería y en escasa medida en los recursos marinos, ha producido históricamente una ocupación territorial volcada hacia el interior y de espaldas al mar, pese a lo cual la isla mantuvo una intensa actividad comercial a través de los puertos naturales del Tostón, Puerto de la Peña, Pozo Negro y Caleta de Fuste.
La arquitectura religiosa se encuentra fundamentalmente representada por las iglesias y ermitas que se levantan en varios núcleos de la isla, y dan testimonio de la incorporación de la tradición religiosa de los conquistadores y colonizadores de marcada influencia franciscana.